sábado, 8 de agosto de 2009

Castigar para educar

Calle Ancha
Alberto Ramos / Santana |

DEFINE el Diccionario de la Academia la palabra como "pena que se impone a quien ha cometido un delito o falta"; y, entre otras acepciones, castigo también significa "ejemplo, advertencia, enseñanza". Traigo esto a colación por el debate social que han generado las noticias de las agresiones sexuales y violaciones protagonizadas, en Baena e Isla Cristina, por jóvenes menores de edad, casi todos -algunos menores de trece años, y, por ello, no imputables penalmente-, contra niñas de trece años, una de ellas, al parecer, con cierta deficiencia psíquica. Agresiones que tienen el agravante de ser realizadas en grupo, por lo que el sometimiento por la fuerza y la violencia ejercida, y percibida por las víctimas, aumenta. Tras las agresiones, y la detención de los sospechosos, se ha repetido el debate sobre la rebaja de la edad penal de los que delinquen, y la discusión sobre las causas de esos comportamientos salvajes en niños y jóvenes que atentan contra personas de su entorno de amistades o escolar. Un debate sobre la falta de educación y de valores, sobre la falta de conciencia social, de respeto a la libertad y a los derechos de los demás.

Desgraciadamente estamos educando a nuestros hijos en una sociedad donde faltan valores morales, donde la escala de valores prima la apariencia, la competitividad y la exhibición de fuerza física. En una sociedad que acostumbra a sus hijos al recurso al engaño, a falsear documentos para conseguir una plaza en un colegio, que ríe las gracias del abusón y se burla del débil. Y en una sociedad en la que, para muchos hombres, la mujer sigue siendo un objeto y una posesión. Sólo hay que observar el trato humillante que, con la excusa del piropo, dan grupos de hombres a una mujer que camina sola por la calle, cuando la asedian y se le echan encima para decirle cualquier grosería…, mientras los compañeros ríen la gracia. En estos días he podido ver por Internet grabaciones de jovencitos que rodeaban a una amiga para levantarle la falda y toquetearla. Y lo malo es que, como ha recordado en estos días un sicóloga, lo justifican diciendo que sólo es una broma.

El debate sobre la rebaja de la edad penal no se puede hacer en caliente, hay que dejárselo a los expertos. Pero, ante sucesos como los ocurridos, es necesario insistir en la educación, en el reforzamiento de los valores morales y de convivencia, pero también es imprescindible reprender y castigar a los que la justicia, y sólo la justicia, declare culpables; porque el castigo es una forma de dar ejemplo, y los agresores, castigados, tienen que servir de advertencia a otros jóvenes para que sepan que la sociedad no está dispuesta a permitir agresiones ni abusos. Hay que castigar, para educar con el ejemplo.
Fuente: http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/477848/castigar/para/educar.html

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